teologia para leigos

30 de março de 2013

«ENFRENTA O TIRANO», diz o Cordeiro Pascal [Ex 6:11]

Páscoa
«Eu faço de ti um deus contra a tirania»,
diz o Senhor a Moisés [Ex 7:1-2]



«Eu te envio: Liberta o meu Povo!» [Êxodo 3:10]





(…) II

Mirando el sufrimiento de su pueblo en Egipto dijo Yahvé: "Siempre estaré con ustedes”.
Viendo el sufrimiento de los salvadoreños dijo Monseñor: "No abandonaré a mi pueblo”.

Y no fueron palabras vanas. Solía decir: "Con ustedes correré todos los riesgos”. Y al presidente del país que le ofrecía protección le contestó solemnemente: "Quiero decirle que, antes que mi seguridad personal yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico que tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales”.

De su dolor habló Monseñor en las homilías. "Hermanos, ya me duele mucho el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente”. Y las homilías las preparaba así. "Le pido al señor durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignonimia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento”.

Creaba, estrujaba el lenguaje, para que aflorase su dolor. "Esta semana se me horrorizó el corazón cuando vi a la esposa con sus nueve niñitos pequeños que venía a informarme. Según ella lo encontraron con señales de tortura y muerto. Ahí está esa esposa y esos niños desamparados”.

Arremetió contra los criminales, y más allá de la justicia legal y restaurativa conminó a hacerse cargo de la vida de esos nueve niños: "Yo creo que el que comete un crimen de esa categoría está obligado a la restitución. Es necesario que tantos hogares que han quedado desamparados como este reciban ayuda. El criminal que desampara un hogar tiene obligación en conciencia de ayudar a sostener ese hogar”.

Y la buena noticia de ese pueblo. En ese pueblo sufrido Monseñor Romero encontró luz, cariño y amor. "Siento que el pueblo es mi profeta”. "El obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo”. "Entre ustedes y yo hacemos esta homilía”. "Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”. "Me glorío de estar en medio de este pueblo”.

Razón tenía el padre Ellacuría cuando dijo: "Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.



«Adoptem pobres, tragam-nos para vossas casas...», tal como fez a Filha do Faraó [Ex 2:5]



III

Digámoslo ahora brevemente en el lenguaje que en 1979 usaron los obispos en Puebla.

Puebla es conocida por la opción por los pobres. Pero habló sobre todo del Dios de los pobres y de los pobres de Dios. Dios es el primero que ha hecho la opción por los pobres. La Iglesia no ha inventado nada nuevo -y Dios cumple mejor que la iglesia con esa opción.

Y en esa opción de Dios hay dos cosas fundamentales que ojalá las tengamos siempre presentes, y ojalá las reproduzcamos nosotros aunque sea en pequeño.

La primera es la gratuidad. "Por el mero hecho de ser pobres, independientemente de su condición personal y moral, Dios los defiende y los ama” (1143). El amor de Dios a los pobres es absoluto, sin condiciones. Como decíamos antes "en Dios el huérfano encuentra compasión”. Dios no reacciona a la bondad de los pobres ni a sus méritos. Dios reacciona a su pobreza. Eso es lo que mueve el corazón.

La segunda es salir en defensa del pobre, y quiero insistir en este punto. Dios no solo ama y ayuda al pobre, sino que antes lo defiende - lo cual no suele ser tenido en cuenta. Y es importante ver la lógica profunda en esa actuación de Dios. Lo que hace que el pobre sea pobre – muy fundamentalmente en nuestro mundo − es que tiene enemigos, adversarios. Optar por el pobre es entonces enfrentarse con quienes les hacen pobres, y es, por ello, entrar en conflicto con sus opresores. Optar por el pobre es, no solo pero sí muy principalmente, luchar contra los victimarios para que dejen de producir víctimas.


No hay opción por los pobres sin decisión a defenderlos. (Ex 1:15-2:9)

Y por lo tanto, sin una decisión a introducirse en el conflicto histórico. (Ex 3:11-12) Esto no suele ser muy tenido en cuenta. Ni siquiera teóricamente. Tampoco en Aparecida. Pero, digámoslo una vez más: no hay opción por los pobres sin arriesgar.


IV

Este año el aniversario de Monseñor Romero coincide con la elección de un nuevo papa, Francisco. Para terminar quiero decir brevemente dos cosas:

La primera es mi deseo de que en él los pobres encuentren siempre compasión. Que el papa nos ayude a nosotros a ser compasivos con los pobres. Y que nosotros ayudemos al papa a ser compasivo con ellos.

La segunda es presentarle algunos deseos. Menciono cuatro que me parecen importantes, y que espero sean de su agrado:

1. Que proclame que la Iglesia es Iglesia de los pobres, y que escuche con alegría el aplauso de Juan XXIII, quien descansa en paz en una tumba cercana a su aposento papal.

2. Que de una vez por todas enaltezca a la mujer y resuelva valientemente el problema de la mujer en la iglesia. Y que con las mujeres dentro la Iglesia sea mejor partera de humanidad.

3. Que no abandone la modesta cruz que lleva al pecho. Y que comience a dar pasos para dejar de ser jefe de Estado. Y así, que haga de la iglesia un pueblo que camina, con tanteos, hacia Dios.

4. Que canonice sin necesidad de repetir fórmulas y sin quedar aprisionado en normas, a todos los mártires y a todas las mártires de la justicia en el seguimiento de Jesús. Y si busca un nombre para que todos ellos y ellas tengan nombre, desde aquí le ofrecemos muy humildemente el nombre de Monseñor Romero y el nombre de los mártires de El Mozote. Y que él añada muchos otros nombres de hombres y mujeres -y de pueblos crucificados- que han dado su vida por amor como Jesús crucificado y como el siervo sufriente de Yahvé. Con todos ellos y con todas ellas Dios ha pasado por este mundo. Que Monseñor Romero le ayude al papa Francisco. Y que nos ayude a todos nosotros a parecernos a Jesús de Nazaret.


[Extracto da homilia de Jon Sobrino, padre jesuíta]

FONTE:
ADITAL

33º ANIVERSÁRIO DA MORTE DE D. ÓSCAR ROMERO






28 de março de 2013

PÁSCOA, A GRANDE ESPERANÇA [C. MESTERS]

Páscoa que passas…




Quando, pela primeira vez, o Povo hebreu, na sua já longa caminhada por terras desconfortáveis (Gn 12:10; Ex 1:11) ergueu a cabeça ao alto e clamou por Deus, o Deus que lhe saiu ao caminho dirigiu-lhe uma Palavra de compaixão, condoído (Ex 3:7; Sl 107:20), palavra paternal, cuidadosa, sinalizando os perigos (Dt 30:15-19). Pela primeira vez, na história da humanidade, um Deus falava condoído aos humanos e desejava ser (co)respondido em amor.

Nesse instante comunicacional, o Povo hebreu colocou Deus no seu estandarte: Deus tornou-se um ser colectivo (Dt 6:10; Dt 7:6; Dt 27:9; Gn 17:7). O povo puxou Deus para baixo ('mundanizou-o e infantilizou-o': Ex 1:8-2:10), apeou-o das alturas (dos deuses babilónios): «Eu sou o Deus de teu pai, o Deus de Abraão, o Deus de Isaac e o Deus de Jacob.» (Ex 3:6). Doravante, Deus canalizou o seu “infinito” (‘milésimo’) amor para aquele redil que lhe respondera ‘que sim’ (Dt 5:9-10; veja a desproporção entre ‘terceira e quarta’ e ‘milésima’ geração…). Deus não deixou fugir aquela oportunidade: agarrou-a com afinco e ousadia; agarrou-a como a Grande Oportunidade da sua Vida Divina na terra (Dt 10:15ss).

Aparentemente, isto pode parecer muito injusto. Então, não existiam mais povos à face da terra? Eleger alguns poucos seres humanos e virar as costas à imensa humanidade? Ao desejar entrar na História, Deus fez aquilo que deve ser feito: esperar que as oportunidades surjam e nunca as forçar. Na verdade, Deus não abandonou nunca o resto da Humanidade, tal como a história de Caim o comprova (Gn 4:15-16). Os hebreus (e nós, os cristãos, também) é que acharam que sim, que eram os proprietários do registo da patente…

Mas, por mais de uma vez, Deus foi avisando: cuidado com essa coisa de ‘povo preferencial’, de Povo Eleito de Deus, terra só a vós prometida, nação santa, etc. (Dt 6:3-4; Moisés − e era Moisés − por castigo de Deus, não haveria de entrar na Terra prometida; cf. Dt 34:4-5) Cuidado… porque, é certo, «Tu és um Povo consagrado ao Senhor… Deus escolheu-te… [mas] Não foi por serdes mais numerosos que outros povos que o Senhor se agradou de vós e vos escolheu; vós até éreis o mais pequeno de todos os povos» (Dt 7:6-7; cf. Jo 8:53 e a bazófia da herança; temos como Pai Abraão; porventura serás tu maior que ele?). Cuidado, pois! Foi tudo por «amor» e «fidelidade». (Dt 7:8) Impossível maior humanidade… nesta divindade!

Um dia, envolto em ira e castigos, Deus fartou-se mesmo da religião que os homens inventaram para O «enquadrar» e rasgou a Aliança de amor (Ex 32:1-19; Ex 33:3; Sl 106:6.19-21; 1Rs 18-21; Ez 6:1-5; 7:4; 8:6; 9:5-7; 10:18; Gn 6:5-6; Mt 21:12; Mc 11:15; Lc 19:45; Jo 2:13-16). «Deus abandona o Povo e o Templo!», pois o Povo corrompera-se e o Templo fora transformado na sede do saque austeritário, numa «casa de ladrões» …

Mas, tal como acontece nas nossas vidas, quando alguém entra em nós, verdadeiramente, nunca mais sai, mesmo que fisicamente morra. «Na verdade, como se pode repudiar a esposa da juventude? (…) Por um curto momento Eu te abandonei, mas, com grande amor, volto a unir-me contigo. Num acesso de ira, e por um instante, escondi de ti a minha face, mas Eu tenho por ti um amor eterno. (…) Vou agir como no tempo de Noé» (Is 54:6-10). Na verdade, Deus nunca mais se retiraria para as nuvens nem viraria as costas à História, como «o Grande e Poderoso Soberano que domina o Céu e a Terra» (Hino a Enlil, deus sumério, finais do 3º milénio). E Deus, não só regressou à Aliança («Deus recordou-se»: Gn 8:1.21-22.9:1-17; cf. renovação da Aliança pós-Dilúvio), como não foi apenas ficando, não: ficou mesmo, para sempre incrustado na história dos homens! Quero dizer, «montou a sua tenda entre nós» (Jo 1:14) e, até… arregaçou as mangas (Ex 34:10; cf. Sinagoga de Nazaré, Lucas 4:16.30).

Deus fez-se Povo. Ou seja, Deus passou a ser uma personalidade colectiva com currículo em Ciências de Educação Popular: Deus é pedagogo do Seu povo! (Dt 8:11-20) Deus deixou de ser uma realidade enigmática existente ou contemplável a partir de fora (Sarça Ardente; Ex 3:2.5). Deus passa a pertencer à História, Deus entra na História, é Deus dos Pais (patriarcas), caminha com o Povo, o seu Ser é lado-a-lado com a história do Povo, apenas existe se asa-com-a-asa-do-Povo (Ex 3:6; «EU SOU»=’estarei lado a lado convosco, sempre’). Os "pecados" são "pecados históricos" e passam a estar sujeitos a "julgamentos históricos" (Ex 32:1-35;  - "um grande povo acode em massa" -v.1- e comete "um tão grande pecado" - v.21). Acabaram-se as pequenas e individuais vias-sacras culpabilizantes... porque o Mal – o único que conta! – é histórico! O Senhor é o Deus da História (humana), o Deus do Universo (cósmico)! Os julgamentos do Senhor Deus de Israel têm dimensão colectiva (v.34 - "pedir-lhes-ei - no plural! - contas"), não por banal bestialidade, mas porque a correcção (Salvação) do Senhor não é indivíduo a indivíduo, mas é para toda a Humanidade, sem excepção, é colectiva: "Vai agora e conduz o meu povo". (v.34) O Senhor Deus exige solidariedade popular, consciência histórica ("memória universal e perseverança histórica", v.1b) e não mera espiritualidade de pequenas obras piedosas... (bezerro de ouro) «Quando amanhã os teus filhos te perguntarem... dirás... "Éramos escravos do faraó, no Egipto, e o Senhor tirou-nos do Egipto com o seu braço poderoso... contra o faraó e o seu império"» (Dt 6:20ss).

Deus exige do Povo a grandeza que o seu plano comporta: Deus não se contenta com pouco. Exige audácia, mas sobretudo fidelidade à magnitude da Hora e da Obra! Com Deus não há lugar a "saldos" ou a "descontos" espirituais... apenas a exigente dignidade de quem caminha lado a lado com o seu Deus libertador! (Ex 33:14 - "Eu em pessoa caminharei convosco até vos dar o repouso") Diante do «plano dos tiranos» (Ex 1:10), Deus, astuciosamente, põe em marcha um «plano libertador» (Ex 1:17). Deus não é um pietista despersonalizado ou um castrado complexado. Deus não faz por menos: para esperto esperto e meio... Deus vai à luta!

Deus é uma realidade existencial, arado (força) que lavra a História Humana (1 Cor 3:9b) como o faz um filho da humanidade: Deus mexe na terra (que somos nós), mete as mãos nos torrões, semeia a batata pela Páscoa, suja-se, trabalha, cava e planta, rega, e tanto faz crescer como, ao mesmo tempo, sabe esperar o descanso (Gn 2:2-3), sentado sobre o mistério do Reino da Vida que se ergue por si (Mc 4:26-29). «As minhas delícias é estar junto dos seres humanos» (Pr 8:31).

A aventura bíblica ensina-nos: não é cada hebreu, individualmente, que adora Deus, o venera e o louva - o Povo é que é de Deus e Deus tem um Povo (Ex 1:6 - de "família de José" o relato passa a "israelitas"). Povo e Deus encontram-se, agora, num Templo que, doravante, se chama História da Humanidade, pois todos os véus - que extasiavam, cobriam, sagravam, atraíam, consagravam mas separavam Deus da humanidade - foram «rasgados de alto a baixo» (Mt 27:51; Mc 15:38-39; Lc 23:44-49), abrindo um caminho transversal de universalidade na comunhão em si e com Deus (cf. centurião, multidão, mulheres), sabor que viajara dos confins da memória (1 Cr 17:4-8).

Maravilhosa aventura: o Povo de Deus abre caminho ao longo da História da humanidade com a ajuda do Deus das origens (Génesis), com a ajuda do Deus dos começos (Patriarcas: Abraão, Isaac e Jacob). Deus original (criador / criação), que se quis dar a conhecer no começo da história (revelação), que tomou a iniciativa de se apresentar (apenas!) como Deus-Amor que se dá (dom e graça) na gratuitidade dum compromisso que bebe na Liberdade mais radical e gratuita. «Atenção! Todos vós que tendes sede, vinde beber desta água. Mesmo os que não tendes dinheiro, vinde, comprai trigo para comer sem pagar nada. Levai vinho e leite, que é de graça» (Isaías 55:1; cf. Jo 2 – ‘água’ e ‘vinho’ nas Bodas de Caná). «Quem o diz é o Senhor que tanto te ama» (Is 54:10b)

Na hora de pôr o preto no branco, na hora de assinar a definitiva versão do contrato, a única factura que Deus apresentou foi a conta da liberdade radical e da solidariedade extrema: mais nada («Façamos o ser humano à nossa imagem, à nossa semelhança, para que domine»; Gn 1:26 – relato da Criação; «Antes da festa da Páscoa, Jesus, sabendo bem que tinha chegado a sua hora da passagem deste mundo para o Pai [de morrer], Ele, que amara os seus que estavam no mundo, levou o seu amor por eles até ao extremo»; cf. Jo 13:1 - Última Ceia). Deus passou a ser – Deus quis ser!a Humanidade elevada ao extremo da radical liberdade solidária!

Ou seja, Deus revelou-se como liberdade absoluta e dom total, pleno e radical, não fora mas DENTRO da história da humanidade (cf. «ao entrar no mundo», Heb 10:5; e tão dentro da História Ele entrou que até age servindo-se dos deuses babilónios e dos reis persas, pagãos, 2Cr 36:22-23; ex. Ciro, a quem Isaías denomina «o ungido do Senhor», cf. Is 45:1; cf. «uns Magos vindos do Oriente», cf. Mt 1:2).

E tanta importância deu à História que chegou a exigir prioridade à libertação histórica ("deixa partir o meu Povo"; Ex 5:1b) e só depois, então, a "religião" ("para que ele celebre para mim uma festa no deserto")!

Este Deus-Amor podia sê-lo de cima, do alto ou à margem (versão babilónica revista e aumentada[1]): mas não quis! Podia ter enviado uma sonda espacial e, nela, um CD carregado de imagens curriculares suas, com tudo o que Ele é e faz, com tudo o que o rodeia, com um documentário sobre o Seu Reino esplendoroso (que alguns insistem em dizer que não é deste nosso mundo!). Teria sido mais confortável: nós, diante dum leitor de DVD, ora horrorizados com tanta miséria e injustiça inter-estelar (imediatamente fazendo chamadas telefónicas e alimentando a tele-caridade); ora, em êxtases suspirosos face a tanto Belo, a tanta Bondade e a tanta Verdade derramada. Deus podia, mas não quis que fosse assim. Podia ter descido de helicóptero sobre uma passadeira vermelha ao som de mil fanfarras. Podia ter contratado uma empresa multi-média ou inaugurado uma coisa tipo-FIL com tantos stands quantos os seus «atributos divinos», onde a humanidade pudesse tirar dúvidas a Seu respeito, comprar catálogos de recordação, adquirir tratados especializados sobre os mais variados temas teológicos. Podia ter organizado colóquios, concertos de canto gregoriano, congressos, grandes jornadas mundiais da juventude ao ar livre, podia ter soltado todo o seu foguetório, podia ter impressionado o Povo basbaque (Mt 4:6; Lc 17:20-23), podia ter nomeado uma comissão de honra, tipo Ecce Hommo, que pensasse a questão «Deus num universo laicizado», podia ter sonhado com a «reconstrução do mundo», tão fragmentário, à luz de Si, escrevendo Conferências… Podia, mas não era a mesma coisa.

Preferiu escolher este pequeno planeta e, dele, um pequeno colectivo de homens e mulheres sem eira nem beira, ainda por cima com crianças piolhosas e gado e sementes, alfaias, muita tralha e confusão, com berreiro e cheiro a sovaco, gente vulgar… nómada, errante, meio aparvalhada! Deus viu aí, provavelmente, alguma coisa de si, a sua própria itinerância talvez (característica muito sua!, supunha). Deus viu aí a sua própria fragilidade amorosa, Deus viu aí a sua necessidade de perdão, fome de perdoar e de costurar relações (mergulha nas águas do Baptista como um filho de homem rente à sua condição, «ele que era divinamente rico, fez-se pobre»; cf. Fl 2:6; 2Cor 8:9). Deus sentia que, em si, sofria de obstipação: sofria, por que nada nele fluía. Amava, mas o seu amor não era correspondido: vivia apaixonado, mas de uma forma ‘constipated’… Era um amor egoísta, a dois: «de Mim para Mim». Deus bocejava... Um Deus sentado no sofá, embevecido é certo, diante da sua criação de cristal, porcelana finíssima, porém, porcelana sob a redoma dos sustos da securitas… Deus contemplando a sua caríssima obra da criação como um coleccionador de ametistas, ícones eslavos, velinhas cool e rolexes de toda a forma e feitio. Deus fora da História: sempre mais do mesmo Só os filósofos de quando em vez lhe ligavam porque necessitavam de se entreter - crianças diante de peças de legos. Mas, até esses, os filósofos, ligavam-lhe apenas à distância como quem faz palavras-cruzadas em suas pinças de razão tacteando no escuro da imensidão boreal das suas inquirições a chá e torradas.







Para aquele humilde e pacífico galileu perdido nos confins do Império romano - pacífico mas ingente galileu – a vida de relação entre o seu Povo e o seu Deus entrara num beco sem cancelo. A História dos homens havia esgotado o seu potencial e arrefecera: o tempo perro rodava agora sobre si próprio e os ponteiros ferrugentos, rangiam. O sonho dos começos, a alegria das grandes aventuras, os originalíssimos contos acerca dos Patriarcas, tudo tinha sido invadido pelo sal. Tudo em vão. O amor morrera, só faltava devolver alguns poucos objectos pessoais, retirar as alianças do dedo e assinar, displicentemente, a última versão do clausulado da carta do divórcio. Os raríssimos que ainda sonhavam, sonhavam apenas com memórias, coisas giras que o passado dos pais lhes deixara, algum folclore, certos hábitos interessantes como comidas e festas, uns quantos enfeites nos cabelos, prendas que se trocam, alguns rituais órfãos, viagens à província, trajes, gente que brinca às casinhas monta tendas no jardim e mete-se lá dentro por umas horas como se fossem veros peregrinos dum deserto qualquer (Lv 23:33; Festa das Tendas); outros, que vestem paramentos coloridos e saem às ruas, de sinetas nas mãos a tilintar e a gritar ‘Vitória! Vitória!’ sem que se perceba quem venceu quem e quem derrotou o quê, se é que houve, de facto, vencedores e derrotados (o Compasso). Mas, quanto ao resto, a vida ia sobrevivendo debaixo da maior escravidão dum fatídico quotidiano de ferro (Max Weber). Deus ausentara-se definitivamente e, com ele, a memória actuante e inquiridora dos começos, esmagada pela bota do Império.
 
Jesus, o galileu, sentiu «bater» o Sonho, sentiu de novo a utopia de Deus a tocar à sua porta. As velhas palavras de sua mãe não paravam de o incomodar nas têmporas: «Não está no céu… nem tão pouco do outro lado do mar… está muito perto de ti, na tua boca, no teu coração… é como uma brisa, um murmúrio de brisa… escolhe a vida» (Dt 30:12-14; 1Rs 19:12; Dt 30:19b).

Tinha trinta anos − muita idade − velho para casar. Por um instante, resolveu retirar-se para um lugar sossegado, não muito longe da sua aldeia – a cabeça estalava. E, à vista do vale, olhando-o de longe e condoendo-se do estado do seu Povo, começou a orar. Mais tarde, os mais chegados a ele, interpelaram-no: - Que dizias quando foste rezar? Jesus respondeu: - Se quereis saber, orai comigo. E começaram: «Pai-Nosso,…».

A Grande Esperança regressava e anichava-se. A Grande Aventura com Deus estava de volta a casa! Um caminho novo, uma vez mais, era aberto. Contra todas as expectativas e ao arrepio do sistema vigente, desta vez era encetado um novo caminho por um anónimo galileu, de nome Jesus, o filho de Maria de Nazaré, nenhum deles letrado, ambos habitantes duma terra repelente (Jo 7:49.52). A pachorrenta roda da vida iniciava então o seu agudo chiar.

Em qualquer recôndito lugarejo da terra, alguém pode tropeçar na voz de Deus que passa (Jo 1:36.9:1) e que, sem cessar, repete: “Eu bem vejo a opressão e os gemidos do meu Povo… Eu bem ouço seus gritos de aflição… Condói-me o seu desânimo…” (Ex 3:7; Mt 9:36).

Também tu podes começar já a abrir um caminho novo no chão duro deste «sistema de ferro», ordoliberal & merkeliano, de que nos querem convencer e aceitar ser sem alternativa. Queres saber como, de que jeito? Se sim, entra por esta porta aqui.

pb\







[1] Cf. os trabalhos de J Bottéro sobre as religiões da Mesopotâmia (La idea de «divindad» y «naturaleza divina»).



24 de março de 2013

O 'JEITO' DE JESUS [C. MESTERS]

JESUS ENCONTRA NA BÍBLIA
A LUZ PARA A SUA MISSÃO



São, sobretudo, três os nomes ou títulos com que Jesus mais se identificou e que ele mais usou para expressar a sua missão: Filho do Homem, Servo de Yahvé e Resgatador [go’el]. Os três vêm do Antigo Testamento. Ele mesmo juntou os três numa única frase: O Filho do Homem não veio para ser servido, mas para servir e dar a sua vida em resgate por muitos (Mc 10:45). Os três são, por assim dizer, as três fotografias mais antigas que os primeiros cristãos conservaram para nos dizerem o que Jesus significava para eles e qual o caminho que ele abriu para nós podermos chegar até Deus.

Eis o significado de cada um destes três nomes ou títulos do Antigo Testamento. Eles ocupam o centro de todo o processo de formação de Jesus.


Filho do Homem: ser humano, humanizar

Filho do Homem é o nome ou título que Jesus usava constantemente para si mesmo e que os outros nunca usaram para ele. Este título aparece com grande frequência nos evangelhos: 30 vezes em Mateus; 28 vezes em Lucas; 13 vezes em Marcos. No Evangelho de Marcos, Jesus usa este nome quase sempre para falar da sua paixão, morte e ressurreição: “O Filho do Homem vai ser entregue!” (cf. Mc 8:31; 9:9.12.31; 10:33.45; 14:21.41). Usa-o três vezes para indicar a ‘glória’ que Ele vai ter como Messias junto de Deus: “Vocês vão ver o Filho do Homem vir sobre as nuvens” (Mc 14:62; cf. 8:31; 13:26); duas vezes para indicar o poder: “O Filho do Homem tem o poder de perdoar os pecados” (Mc 2:12). “O Filho do Homem é dono do sábado!” (Mc 2:28).

O título “Filho do Homem” vem do Antigo Testamento. No livro de Ezequiel, ele aparece 93 vezes para indicar a condição muito humana do profeta e é traduzido por Criatura Humana na Bíblia Pastoral (Ez 3:1.4.10.17; 4:1 etc.). No livro de Daniel, o mesmo título aparece numa das visões apocalípticas, em que Daniel descreve os impérios dos babilónios, dos medos, dos persas e dos gregos (Dn 7:1-28). Na visão do profeta, esses quatro impérios têm a aparência de “animais monstruosos”: leão com asas de águia, urso com três costelas entre os dentes, leopardo com quatro cabeças e, ainda, uma fera medonha e terrível (cf. Dn 7:3-8). Isso significa que se trata de impérios animalescos, brutais, desumanos, que perseguem e matam (Dn 7:21.25). O mesmo é válido para o actual império neoliberal que massifica e desumaniza tanta gente. Depois destes reinos anti-humanos, surge o Reino de Deus que tem a aparência, não de um animal, mas de um Filho do Homem, ou seja, é um reino com aparência de gente, reino humano, que promove a vida. Humaniza. Eis o texto:

«Sob a forma de imagens nocturnas, vi aproximar-se, sobre as nuvens do céu, um ser semelhante a um filho de homem. Avançou até ao Ancião, diante do qual o conduziram. Foram-lhe dadas as soberanias, a glória e a realeza. Todos os povos, todas as nações e as gentes de todas as línguas o serviram. O seu império é um império eterno que nunca lhe será tirado, e o seu reino jamais será destruído.» [Dn 7:13-14]

Na visão de Daniel, a figura do Filho do Homem representa não um indivíduo mas o próprio Povo de Deus, como diz a explicação do próprio Daniel: O reino, o império e a grandeza de todos os reinos que existem debaixo do céu serão entregues ao Povo dos Santos do Altíssimo (Dn 7:27; cf. Dn 7:18). Na visão de Daniel, este Povo dos Santos do Altíssimo já se encontra na Glória de Deus e recebe dele o poder. Mas antes de chegar à Glória o povo foi colocado à prova e recebeu muitos insultos (cf. Dn 7:21-25). Trata-se da perseguição na época dos Macabeus (166-164 a.C.). Temos aqui os mesmos três elementos: sofrimento, glória e poder. É o povo de Deus que, mesmo perseguido, resiste e não se deixa desumanizar nem enganar ou manipular pela ideologia dominante dos impérios animalescos. A missão do Filho do Homem, isto é, do povo de Deus, consiste em realizar o Reino de Deus como um reino humano. Reino que não persegue a vida, mas a promove. Humaniza as pessoas. “Eu vim para que todos tenham vida e a tenham em abundância” (Jo 10:10).

Apresentando-se aos discípulos como Filho do Homem, Jesus assume esta missão do Povo de Deus, dos “Santos do Altíssimo”. É como se dissesse a eles e a todos nós:

“Venham comigo! Esta missão não é só minha, mas é de todos nós. Vamos juntos realizar a missão que Deus nos entregou e realizar o Reino humano que ele sonhou!”

Reino humano e humanizador. E foi o que ele fez e viveu toda a sua vida, sobretudo nos últimos três anos. “Jesus foi tão humano, mas tão humano como só Deus pode ser humano”. Quanto mais humano, tanto mais divino. Quanto mais “filho do Homem” tanto mais “filho de Deus”! Tudo o que desumaniza as pessoas afasta de Deus. Religião que desumaniza não vem de Deus.

Na hora de ser condenado pelo tribunal religioso do Sinédrio, Jesus assumiu este título. Interrogado pelo Sumo-Sacerdote se ele era o “Messias, o filho de Deus Bendito” (Mc 14:61), ele disse: “Eu sou. E vocês verão o Filho do Homem sentado à direita do Todo-Poderoso” (Mc 14:62). Por causa desta afirmação Jesus foi declarado réu de morte pelas autoridades (Mc 14:61-64). Ele mesmo sabia disso, pois tinha dito: O Filho do Homem não veio para ser servido mas para servir e dar a sua vida em resgate por muitos (Mc 10:45).


Servo de Deus: não dominar, mas servir.

Para Jesus, o Filho do Homem é aquele que realiza a missão do Servo de Yahvé. Nas três vezes em que ele prediz a sua paixão e morte, Jesus orienta-se pela profecia do Servo de Deus, tal como está descrita nos cinco cânticos do Servo de Yahvé, no livro do profeta Isaías (Is 42:1-9; 49:1-6; 50:4-9; 52:13-15.53:1-12; 61:1-3), e aplica-a ao Filho do Homem: “O Filho do Homem vai ser entregue” (cf. Mc 8:31; 9:31; 10:33; cf. Is 50:4-9; 53:2-10).

Naquele tempo, havia entre os judeus uma grande variedade de expectativas messiânicas. De acordo com as diferentes interpretações das profecias, havia gente que esperava um Messias Rei (Mc 15:9.32). Outros esperavam um Messias Santo ou Sumo-Sacerdote (Mc 1:24). Outros ainda, um Messias Guerrilheiro subversivo (Lc 23:5; Mc 15:6; 13:6-8); um Messias Doutor[1] (Jo 4:25; Mc 1:22.27); um Messias Juiz (Lc 3:5-9; Mc 1:8); um Messias Profeta (Mc 6:4; 14:65). Conforme os seus interesses próprios ou de classe social, cada um aguardava o Messias encaixando-o nos seus próprios desejos e expectativas. Porém, apesar das diferenças, todos eles esperavam um messias glorioso[2] e soberano. Ao que parece, ninguém (a não ser os anawim, os pobres de Yahvé), esperava o Messias humilde e Servidor anunciado pelo profeta Isaías. Somente os pobres (anawim) se lembravam de valorizar a esperança messiânica como um serviço ecuménico do povo de Deus à humanidade. Maria, a pobre de Yahvé, disse ao anjo: “Eis aqui a serva do Senhor!” Foi por ela que Jesus foi iniciado no caminho do serviço.

A origem dos cinco Cânticos do Servo de Yahvé (Is 42:1-9; 49:1-6; 50:4-9; 52:13-15.53:1-12; 61:1-2) remonta a um grupo de discípulos e discípulas de Isaías que viviam no cativeiro da Babilónia por volta do ano 550 a.C. Tal como o Filho do Homem, também o Servo de Yahvé era uma figura colectiva referida ao povo cativo (cf. Is 41:8-9; 42:18-20; 43:10; 44:1-2; 44:21; 45:4; 48:20; 54.17) descrito por Isaías como um “povo oprimido, sofredor, desfigurado, sem aparência de gente e sem um mínimo de condição humana, povo explorado, maltratado e silenciado, sem graça nem beleza, cheio de sofrimento, evitado pelos outros como se fosse um leproso, condenado como um criminoso, sem julgamento nem defesa” (cf. Is 53:2-8). Eis um retrato perfeito de uma terça parte da humanidade de hoje!

Este povo-servo é descrito como aquele que “não grita, nem levanta a voz, não solta berros pelas ruas, nem quebra a planta ferida, nem apaga o pavio da vela que ainda fumega” (Is 42:2). Ou seja, perseguido, não persegue; oprimido, não oprime; ferido, não fere. Nele, o vírus da violência opressora do Império não consegue penetrar, seja o vírus do império de Nabucodonosor, seja do império neo-liberal. Esta atitude resistente do Servo de Yahvé é a raiz da Justiça que Deus quer ver implantada no mundo todo. Por isso, ele chama este povo para ser o seu Servo com a missão de irradiar a sua justiça pelo mundo inteiro (Is 42:2.6; 49:6). Os cinco Cânticos do Servo são uma espécie de cartilha para ajudar o povo oprimido, tanto de ontem, como de hoje, a descobrir e a assumir a sua missão. [cf. Ulrich Berges, p.120; N. d. E]

Jesus conhecia estes cânticos e orientava-se por eles. Na hora do baptismo no rio Jordão, o Pai escolheu-lhe a missão de Servo (Mc 1:11). Na sinagoga de Nazaré, ao expor o seu programa ao povo, Jesus assumiu esta missão publicamente, citando o 5º Cântico do Servo (Lc 4:18-18 e Is 61:1-2). Depois da leitura ele disse: “Hoje cumpriu-se esta passagem da Escritura que vocês acabaram de ouvir”. (Lc 4:21) A partir daquele momento, Jesus percorreu a Galileia para ajudar o povo a descobrir e a assumir, conjuntamente com ele, a missão de Servo de Deus (Mt 8:17). Foi esta dimensão de serviço que mais marcou a formação que ele dava aos discípulos (Mc 10:42-43; 9:33-35).

Jesus foi o Servo de Deus que percorreu o caminho dos Cânticos de Isaías até ao fim. A sua vida e o seu testemunho são o melhor comentário destes Cânticos. É nesta sua atitude de serviço que ele nos revela a face de Deus que nos atrai para si e nos indica o caminho de regresso à Casa do Pai.






Parente próximo (go’el)[3], irmão mais velho: resgatar e acolher os excluídos

Uma das expressões mais antigas usadas pelos primeiros cristãos para exprimir o significado de Jesus para as suas vidas é a do resgate (go’el). No Antigo Testamento, caso alguém, por motivo de pobreza ou de dívidas, perdesse a sua terra ou fosse vendido como escravo, o irmão mais velho ou o parente mais próximo devia entregar, do que tivesse de seu, o preciso para o resgatar e assim restaurar a convivência fraterna no seio do clã ou da comunidade (Lv 25:23-55; Dt 15:7-11).

Para os primeiros cristãos, Jesus era o parente próximo (go’el), o irmão mais velho, que entregou tudo de si, esvaziou-se a si mesmo para resgatar os seus irmãos e as suas irmãs, vítimas da escravidão da Lei, do racismo, da ideologia do império e da religião opressora, para que, novamente, pudessem viver em fraternidade (cf. Gl 2:20; Fl 2:6-11).

No tempo de Jesus, em nome da lei de Deus, muita gente era excluída e marginalizada. Jesus, a partir da sua experiência de Deus como Pai, denunciou esta situação, a qual escondia o rosto de Deus para os pequenos (Mt 23:13-36). Como parente próximo (go’el), ele ofereceu um lugar aos que não tinham lugar na convivência humana. Acolheu os que não eram acolhidos e recebeu como irmão e irmã os que a religião e o governo desprezavam e excluíam (Mc 3:34). Resumindo o que já dissemos no Capítulo 3 sobre a posição social da Comunidade Formadora, Jesus acolheu:


1.   Os imorais: prostitutas e pecadores (Mt 21:31-32; Mc 2:2-15; Lc 7:37-50; Jo 8:2-11);
2.   Os hereges: pagãos e samaritanos (Lc 7:2-10; 17:16; Mc 7:24-30; Jo 4:7-42);
3.   Os impuros: leprosos e possessos (Mt 8:2-4; Lc 11:14-22; 17:12-14; Mc 1:25-26);
4.   Os marginalizados: mulheres, crianças e doentes (Mc 1:32; Mt 8:17; 19:13-15; Lc 8:2ss);
5.   Os colaboradores: publicanos e soldados (Lc 18:9-14; 19:1-10);
6.   Os pobres: o povo da terra e os pobres sem poder (Mt 5:3; Lc 6:20-24; Mt 11:25-26);


Todas estas pessoas, inclusivamente Paulo o perseguidor, fizeram a experiência de terem sido resgatados para Deus por Jesus, o irmão mais velho, o primogénito (Cl 1:15; Ap 1:5), que cumpriu para com elas o seu dever de go’el. Jesus não tinha dinheiro, mas deu o que tinha: entregou-se a si mesmo ‘Ele amou-me e entregou-se por mim’, diz o apóstolo Paulo (Gal 2:20). Jesus fez-se escravo, esvaziou-se a fim de nos enriquecer com a sua pobreza (2Cor 8:9) para que nós pudéssemos recuperar a liberdade e retomar a vida em fraternidade.

O termo hebraico go’el é tão rico que não tem tradução unívoca. No Novo Testamento, ocorrem os termos libertador, redentor, salvador, consolador, advogado, paráclito, defensor, parente próximo, irmão mais velho, primogénito. Todos esses termos, usados para designar Jesus, referem-se, de uma ou de outra maneira, a este costume antigo do go’el aplicado a Jesus, nosso irmão mais velho. Apresentando-se como go’el, redentor, dos irmãos e irmãs excluídas da convivência comunitária, Jesus revela a face de Deus como Pai, como Mãe que acolhe a todos e vai atrás dos abandonados. [Is 43:1-7; 66:19-24; N.E.]

Resumindo. Foi através da janela destes três nomes Filho do Homem, Servo de Deus e Redentor, todos os três tirados do Antigo Testamento, que os primeiros cristãos olhavam para Jesus e transmitiam aos outros o significado de Jesus para as suas vidas: o Filho do Homem caracteriza-se pela humildade; o Servo de Deus, pelo serviço; o Redentor, pelo acolhimento aos excluídos.

Humanizar, Servir, Acolher − os três traços principais por onde Deus nos revela o seu rosto em Jesus e nos atrai para si. Eles indicam o caminho mais antigo e mais tradicional para nós regressarmos à nossa origem e para vivermos o essencial da boa-nova de Deus que Jesus nos trouxe. Eles ajudam-nos a entender como Jesus é Filho de Deus e a perceber o eixo central da formação que ele dava dos discípulos e discípulas.

Carlos Mesters, OCD
Jesus formando e formador
CEBI 2012, 73-80.




DOMINGO DE RAMOS
Glória ao FILHO por quem acedemos ao ESPÍRITO do PAI
«PASSO A OUVIR»:





[1]Doutor’ no sentido de professor universitário que tudo sabe. [Nota do Editor]
[2] A ‘Glória’, ou honra, pertence apenas a Deus e é sinónimo de Deus. A ‘Glória’ expressou-se na vitória sobre o Faraó (cf. Ex 14:4.17) e, de modo particular, no monte Sinai (cf. Ex 33:18-22). Igualmente, no Tabernáculo, o qual Deus cobre com a nuvem (Ex 40:34-35; 1Rs 8:11). A ‘Glória’ é a «Vida de Deus em plenitude». A ‘Glória’ é o oposto a desonra, a humilhação, a vergonha, a abatimento, a  ausência de esperança, a derrota. ‘Majestade’ ou ‘Glória’ podem ser sinónimos de Deus. A ‘Glória’ de Deus simboliza a Vitória igualizadora, efectiva e definitiva. [Nota do Editor]
[3] R. de Vaux, Les Institutions de l’Ancien Testament, Vol. I, Cerf 19604, 40-41 [nesta obra, completar com a leitura do tópico anterior, ‘Le type de la famille israélite’]; Gonzalo Flor Serrano (Luis Alonso Schökel - col.), Diccionario de la Ciencia Bíblica, Verbo Divino 20052, 54; Xabier Pikaza, Diccionario de la Biblia – Historia y Palabra, Verbo Divino 20071, 410. [Nota do Editor]